Siempre es duro volver a confiar cuando hemos sido traicionados.
Sin embargo, más duro es volver la espalda a la personas y perder la oportunidad de vivir experiencias únicas
¿Es posible volver a confiar?
Podría afirmarse que confiar en uno mismo es más importante que confiar en los demás.
Puede sonar fuerte y contrario a lo que nuestros padres y maestros nos han enseñado, no sin reservas.
Pues la verdad sea dicha, cuando somos niños confiamos mucho en la gente que nos rodea, pero la vida nos suele tornar desconfiados, muchas veces con razón, otras, sin ella.
Y eso es aún más cierto si nos han traicionado, si han roto nuestra confianza, ya sea por algún hecho relevante o si simplemente han hablado a nuestras espaldas mal de nosotros aquellos o aquellas a quienes les habíamos regalado nuestra confianza.
En estos casos, se torna complicado volver a confiar.
No estamos obligados a ser confiados, la confianza la damos porque sentimos que es un valor, algo hermoso, y por esa misma razón es necesario estar alerta y conocer a quién se la brindamos y si se la merece realmente.
Es importante mantener los ojos y los oídos abiertos y seguir el desenvolvimiento de una nueva relacion
¿Eliges volver a confiar?
Verse traicionado es una experiencia muy dura para cualquiera.
Se siente como un ataque personal a nuestra honestidad y a nuestros buenos sentimientos.
Muchas veces, ante una situación así, algunas personas prefieren aislarse.
Es más; hay quienes se vuelven un tanto asociales, y prefieren la soledad, quizás por miedo a una nueva traición.
Pero pensemos, ¿cuánta de esa gente nos hemos encontrado?
¿Y cuánta de la otra, la que toma nuestra confianza y no hace más que agrandarla?
Seguro, pero seguro, los segundos rebasan por mucho a los primeros.
Entonces, ¿por qué permitir que nos golpeen más fuerte los primeros?
Es un poco injusto, tanto para con los demás como para con uno mismo,
¿no es cierto?
Esto no significa que no sintamos “el golpe”, la cosa es qué hacer después.
¿Descartaremos a todos aquellos que intenten relacionarse con nosotros?
¿Nos pondremos a la defensiva con las personas que lleguen luego a nuestra vida?
¿Evitaremos a los demás indefinidamente? ¿Y si nos perdemos a alguien maravilloso, o a una situación que nos cambiará para bien?
El riesgo de tomar semejante actitud es demasiado, ¿no lo crees?
Merece la pena confiar, aunque la decisión debe ser tuya
Así que una vez que la tristeza cede, porque será inevitable y necesitaremos vivirla, hagamos el esfuerzo de “regresar al mundo” para reencontrarnos con quienes sí valen la pena.
Pero hagámoslo con los ojos bien abiertos y con nuestra confianza en nuestra mano para brindarla a quien verdaderamente la merece.
Es cierto que la confianza no es gratis, porque es nuestra y ha sido amasada a través de años de experiencias y buenas relaciones.
Por ejemplo, en el ámbito familiar, con los amigos, con los colegas, con nuestros compañeros de trabajo, con nuestros jefes, con el dueño de la tienda, e incluso con aquellos que aparecen súbitamente en nuestras vidas y que sabemos que nos cuidará, que está atento a nuestras necesidades, que nos tenderá una mano si nos ve en dificultades y que sonreirá si nos ve reír a carcajadas.
Muchas veces vemos al mundo como un lugar ancho, ajeno y lleno de peligros y sufrimientos potenciales.
Hagámoslo propio y volvamos a confiar, con los brazos abiertos, con los sentidos atentos y el corazon despierto.
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